Texto curatorial 

Geografía del silencio

En un mundo saturado de estímulos visuales y sonoros, Geografía del Silencio propone una pausa, un espacio para contemplar lo que emerge cuando el ruido cede. 

Esta muestra reúne a dos artistas oriundos de Buenos Aires, que eligieron alejarse del vértigo urbano para habitar las provincias de Córdoba y Mendoza, respectivamente. Allí, en contacto íntimo con la naturaleza, hallaron el terreno fértil para una transmutación personal que se manifiesta en su pintura: una abstracción que no sólo representa, sino que invoca.

Desde las sierras cordobesas, la artista Daniela Ramsfelder construye un universo pictórico donde el color se despliega sobre un fondo negro profundo, como si el silencio nocturno se abriera para revelar constelaciones emocionales. Sus obras nacen de la repetición, del gesto que se vuelve casi ritual, como una partitura visual cargada de espiritualidad. Ella misma nos  dice: “El silencio,  me brindó la paz mental que necesitaba para mi proceso creativo”. En sus telas, la pintura es sonido contenido, una forma de música visual, donde cada mancha es una nota y cada forma, un eco del paisaje interno.

En contraposición, o mejor dicho, en resonancia,   Ariel Toba, artista radicado en Mendoza transita el camino inverso: parte del vacío, del blanco y negro como campos de energía vibrante, y deja que la obra se evapore en el aire de la montaña. Influido por el arte oriental y el pensamiento contemplativo, sus composiciones gestuales evocan paisajes que no se ven, sino que se sienten. Desde niño imaginaba un mundo paralelo; hoy, lo plasma a través de líneas sutiles, de manchas que apenas rozan la tela, como si flotaran, èl mismo nos dice: “El paisaje es el escenario  principal de mi obra , pero también el placer de hacerlo,  y de perderme ahí”.

Ambos artistas trabajan desde el aislamiento elegido, desde una geografía donde el silencio no es ausencia, sino presencia expandida. La pintura, en este contexto, se convierte en un puente entre lo visible y lo invisible. Aunque sus lenguajes formales difieren, color versus monocromía, densidad versus levedad, sus obras dialogan en un punto común: el de la abstracción como vía espiritual, como forma de conexión con lo natural y con lo esencial.

Geografía del Silencio no es solo una exposición: es una invitación a habitar el intervalo, a caminar las sierras y las montañas a través de los ojos de quienes encontraron, en el aislamiento, una forma más plena de presencia. 

En el diálogo entre sus obras se traza un mapa sin coordenadas fijas, una cartografía de lo intangible: la del silencio que, lejos de ser vacío está lleno de sentido.

Y es allí en ese intervalo entre la materia y el aire, entre la mancha y lo blanco, donde algo profundo ocurre. Una revelación que no grita, sino que susurra.

Esta muestra nos recuerda que hay otra forma de estar en el mundo, más atenta, más sutil, más en sintonía con aquello que no siempre puede nombrarse, pero sí sentirse, porque a veces, solo en el silencio, la pintura revela lo que las palabras callan. 

                                                                       Lorena del Pilar Guerrero